Se acerca la hora 0.
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Ya estamos a horas en Panamá, del extreno de la octava película de la saga significa bastante más que en otros casos: es el punto final a uno de los fenómenos (primero literario y luego cinematográfico) más importantes de la última década y media. Pasaron diez años desde la primera película y aquellos niños que eran Harry Potter (Daniel Radcliffe), Ron Weasley (Rupert Grint) y Hermione Granger (Emma Watson) se convirtieron en jóvenes capaces de luchar contra las fuerzas más oscuras de la magia y, en el transcurso, de convertirse en emblemas, iconos, ídolos para más de una generación de fans al reflejar como pocos esa etapa tan contradictoria, llena de inseguridades, miedos y códigos de lealtad e identificación, como el de la adolescencia.