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  • Lady Gaga, un producto tan artístico como económico

    la diva del pop vivió una semana fuera de lo normal...

    Centrados en una percepción inocente podríamos considerar que la diva del pop vivió una semana fuera de lo normal: Simon Cowell la denostó, Noel Gallagher minimizó sus logros y como si fuera poco, una firma de cosméticos utilizó su imagen sin consentimiento.

    Tanto el ex jurado de American Idol, como el antiguo Oasis, coincidieron en lo mismo. La controversial manera de exponerse que caracteriza a la irreventente vocalista es, según ellos, lo que la vuelve seductora para los espectadores de turno.

    Ambos portadores de opinión disminuyen las capacidades artísticas de Lady Gaga y realzan su poderío mediático de espectacularización cotidiana: cada acto que protagoniza la oriunda de Nueva York carga con una instancia de debate posterior. Su forma de vestir, actuar o directamente sus comentarios de paso, golpean la cabeza de quien se entere del hecho.

    En un presente donde la globalización y el capital son los ejes vitales de la economía mundial, la imagen de un producto resulta esencial. Tal como las empresas más importantes del ámbito internacional dejaron de ser sólo una marca para pasar a convertirse en un estilo de vida, los cantantes y grupos pasan la misma suerte.

    Lady Gaga es una marca y por ende, no vale sólo arriba del escenario o refugiada dentro de un disco. Sus escándalos y rebeldías constituyen el éxito que la depositó en lo más alto. Pensemos en la demanda que acaba de realizar, el golpe denunciado por la artista es equivalente al que hubiera sufrido si le plagiaban un tema.

    Respecto a lo expuesto por el pintoresco Cowell, podremos coincidir en la predominancia visual de todo lo que engobla a la blonda. Es un sostén de sus perfomances, como también de lo que ella busca representar y trasmitir.

    La chica Bad Romance se convierte en un remolino para los ojos espectantes de los fanáticos. Además de ofrecer música, desea vendernos un estilo de vida que nos fascina por la amplia distancia que lo separa del que tenemos.

    Ese histeriqueo virtual nos lleva a reconocerlo. Por su música y lo facturado cual producto de tocador, se puede concluir: Lady Gaga es un fenómeno que no tiene fecha de caducación propia.-no-se-seguira-escuchando-la-musica-de-lady-gaga¨” target=”_blank”>Noel Gallagher minimizó sus logros y como si fuera poco, una firma de cosméticos utilizó su imagen sin consentimiento.

    Tanto el ex jurado de American Idol, como el antiguo Oasis, coincidieron en lo mismo. La controversial manera de exponerse que caracteriza a la irreventente vocalista es, según ellos, lo que la vuelve seductora para los espectadores de turno.



    Ambos portadores de opinión disminuyen las capacidades artísticas de Lady Gaga y realzan su poderío mediático de espectacularización cotidiana: cada acto que protagoniza la oriunda de Nueva York carga con una instancia de debate posterior. Su forma de vestir, actuar o directamente sus comentarios de paso, golpean la cabeza de quien se entere del hecho.

    En un presente donde la globalización y el capital son los ejes vitales de la economía mundial, la imagen de un producto resulta esencial. Tal como las empresas más importantes del globo dejaron de ser sólo una marca para pasar a convertirse un estilo de vida, los cantantes y grupos pasan la misma suerte.

    Lady Gaga es una marca y por ende, no vale sólo arriba del escenario o refugiada dentro de un disco. Sus escándalos y rebeldías constituyen el éxito que la depositó en lo más alto. Pensemos en la demanda que acaba de realizar, el golpe denunciado por la artista es equivalente al que hubiera sufrido si le plagiaban un tema.

    Respecto a lo expuesto por el pintoresco Cowell, podremos coincidir en la predominancia visual de todo lo que engobla a la blonda. Es un sostén de sus perfomances, como también de lo que ella busca representar y trasmitir.

    La chica Bad Romance se convierte en un remolino para los ojos espectantes de los fanáticos. Además de ofrecer música, desea vendernos un estilo de vida que nos fascina por la amplia distancia que lo separa del que tenemos.

    Ese histeriqueo virtual nos lleva a reconocerlo. Por su música y lo facturado cual producto de tocador, se puede concluir: Lady Gaga es un fenómeno que no tiene fecha de caducación propia.